El cuerpo y las emociones

Imaginemos el cerebro como una computador super evolucionada conectada a cada una de las miles de millones de células de nuestro cuerpo.

Estas células (piel por ejemplo) comunican las sensaciones al cerebro y este responde ante estas según sea información que tenga recopilada.

Esta computadora que controla TODO , no sólo da respuesta puntal a un estímulo fisico sino también a los emocionales está respuesta es siempre sistémica , es decir, involucrar a todo un sistema bien complejo que incluye a todos los órganos del cuerpo, huesos y musculos y finalmente la conducta .

[sociallocker id=»224″] Algunas de estas respuestas son tan complejas que se hacen difíciles de entender sin un análisis exhaustivo.

Esta poderosa computadora no procesa respuestas simples sino que también las relaciona y compara con vivencias pasadas y presentes , y como mecanismo de supervivencia no sólo salta y evade ante un peligro inminente o ante una quemadura o golpe, sino que también ante el dolor emocional y por eso también planifica y ejecuta acciones futuras a corto, mediano y largo plazo.
Ya a ciencia cierta, se ha comprobado y seguimos demostrando que los síntomas, dolores y enfermedades son indicadores de un desequilibrio interno , que hay algo por resolver!.
Que Este sistema está tratando de defenderse de canalizar un proceso y no sabe como, o simplemente lo hace de la mejor manera que puede y es actuando en donde puede hacerlo (el cuerpo).

Toda enfermedad, síntoma o malestar es el grito de la psique o de la mente luchando por hacer un equilibrio, este intento por equilibrar algo que que causa displacer (ya lo había explicado en el tema anterior) se refleja primero en si campo de acción (cuerpo).

Ante el dolor físico o emocional siempre hay una respuesta sólo hay que saber leerla.

Ocasionalmente el cuerpo genera enfermedades y dolencias como forma de expresión. Las emociones que no exteriorizamos, el cuerpo las muestra a través de síntomas físicos. Frecuentemente las enfermedades son mensajes del cuerpo que necesitamos escuchar para concienciarnos de los cambios que precisamos en nuestra vida. Llegar a entender lo que nos están queriendo decir es primordial para nuestro bienestar integral.

En general, cualquier conflicto no resuelto, cualquier sentimiento o emoción reprimidos, van acompañados por alguna alteración o modificación corporal. Los enfoques holísticos mantienen que la mente, cuerpo y emociones forman un todo indisoluble; el ser humano se entiende como un todo.

El lenguaje de los síntomas es amplio; si nos atrevemos a prestarles atención y a establecer comunicación con ellos, serán guías infalibles en el camino a la verdadera curación, permitiéndonos así expandir la conciencia.

Lo sabemos: nuestro estado mental influye en nuestra salud. Algunos estudios manifiestan que un 25% de los pacientes que se acerca a la atención primaria no tiene una enfermedad exclusivamente física, sino que su enfermedad está siendo provocada por sus emociones: es lo que se denomina como enfermedades psicosomáticas. Otros autores defienden que la mayoría de los dolores de espalda están causados por tensiones emocionales. De hecho, varios estudios demuestran que las anomalías estructurales, hernias, pinzamientos, etc., no tienen por qué doler necesariamente.

Aún así, en nuestra sociedad se sigue manteniendo que el físico y la mente son dos entes separados, sin conexión, o por lo menos es lo que nos hacen creer ciertos sectores de la sociedad, algunos más interesados en vender fármacos que en una cura real del individuo, otros sintiéndose apremiados por reducir listas de espera.

En muchas ocasiones vemos a personas a nuestro alrededor que tienen una sintomatología diversa para la que no encuentran ninguna anomalía física; gente que un día presenta mareos, otros días problemas gastrointestinales, al cabo del tiempo cefaleas, tics nerviosos… etc. Los pacientes peregrinan de especialista en especialista sin que nadie les encuentre la causa de su padecimiento. Y es que en un considerable número de estos casos, el porqué no está en lo físico, sino en lo psíquico.

En otros casos salimos de la consulta con una lista de medicinas que hemos de tomar, y esos medicamentos lo único que harán en muchos casos es disminuir los síntomas pero no resolver el problema, llegar a la raíz de éste y curarlo; para el paciente es un pañito con agua tibia. Efectivamente, por lo general se tratan los síntomas físicos de la zona afectada y se consigue una “cura”, enmascarar los síntomas, pero al cabo de las pocas semanas recaemos o incluso tenemos molestias en otra zona de nuestro cuerpo: la señal sólo ha cambiado de lugar.

Es natural que, cuando algo nos duele, lo único que queramos sea que nos deje de doler y es difícil explicarle a quien sufre que en muchas ocasiones la solución no esté en tomar fármacos o en recibir tratamientos novedosos o en pasar por el quirófano, sino en hacer un trabajo terapéutico psicológico para llegar al fondo del problema.

Con frecuencia se ve cómo las personas buscan desesperadamente que les diagnostiquen alguna anomalía corporal porque el acercamiento psicológico de la enfermedad resulta más doloroso(Lo he comentado antes ); va a ser necesario enfrentarse con emociones que se han intentado reprimir y nos asusta sacarlas a la luz. Sin embargo somos un alto porcentaje de emoción, no funcionamos exclusivamente de manera racional. Hemos de hacer un trabajo emocional y dar espacio a esos sentimientos reprimidos. Ese es el único camino verdadero hacia el bienestar integral

A lo largo de nuestra vida vivimos situaciones de estrés que nos producen emociones intensas como ira, rabia, miedo; emociones que en su día no pudimos trabajar porque no tuvimos el espacio (físico o emocional) para hacerlo, y han quedado ahí, tensionándonos de alguna manera. Y estas emociones muchas veces no se “colocan” solas con el tiempo, sino que quedan atascadas, recordándonos que algo nos hizo o nos está haciendo daño. En nuestro día a día intentamos obviar esto que nosotros sabemos: que nuestra relación de pareja no nos hace bien, que aquello que nos ocurrió cuando éramos pequeños todavía nos duele, que necesitamos hacer un cambio en nuestra vida o resolver una situación… pero no por intentar obviarlo esa necesidad de atención deja de existir.

En realidad todos sabemos, más o menos conscientemente, dónde nos hemos quedado trabados, pero a menudo por miedo, por el qué dirán, por la presión social, por no haber identificado el conflicto en su totalidad, etc., vamos posponiendo el afrontarlo, le vamos quitando importancia al conflicto no resuelto. Nos intentamos convencer de que estamos bien, de que no tenemos derecho a quejarnos. Y la psique nos avisa con síntomas psíquicos: depresión, angustia, ansiedad y con síntomas físicos tales como asma, nauseas, taquicardias, alergias, vértigos… Son dolencias generadas por nosotros mismos, para eso, para alertarnos de que algo no anda bien a nivel psíquico. Solo hemos de atendernos para ser más felices.

Y esto se ve continuamente en la consulta en terapia: el cuerpo habla lo que nosotros callamos. Solamente hay que escucharlo. Cuando se da el espacio para ello, el cuerpo lo cuenta todo; habla del porqué de los problemas en el útero, de la dermatitis, del dolor de rodillas, de la hipertensión, del dolor de extremidades.

Realmente le tendríamos que agradecer al cuerpo que nos avise. El cuerpo busca el equilibrio, el cuerpo no se enferma para hacernos daño, sino para ayudarnos, para avisarnos de que algo anda mal, algo que necesita nuestra atención, y cuando se la demos dejará de expresarse con dolor.

¿Y cómo podemos descifrar esos mensajes del cuerpo? La terapia Gestalt ha desarrollado una técnica (la silla vacía o silla caliente) muy eficaz para interpretar qué hay detrás de cada dolencia. La terapia Gestalt pertenece a la rama de la Psicología Humanista y como tal, concibe al ser humano como encaminado hacia la auto-realización, nadie quiere encontrarse mal, todos estamos lo mejor que podemos estar en cada momento. Si se otorga el espacio al paciente, éste es capaz de descifrar el mensaje de su cuerpo, de interpretarlo; el terapeuta solamente sirve de guía. A veces se hacen descubrimientos impresionantes, en otras ocasiones sólo se produce un “darse cuenta” más clarificador, un “es verdad, sé que esto lo tengo pendiente, pero tiendo a querer olvidarlo”.

Con alguna frecuencia, con sólo tomar consciencia de lo que hay detrás, el síntoma desaparece. En otros casos es necesario hacer un trabajo terapéutico más profundo para que remita el síntoma.

Cada individuo es un mundo, cada vida una historia, cada historia apasionante, solo hay que escucharla para darse cuenta de que lo mínimo que podía hacer el cuerpo muchas veces era “quejarse un poco”. Somos muy capaces de superar muchas cosas por nosotros mismos, pero algunas vivencias son demasiado duras para poder manejarlas sin ayuda, en algunas ocasiones no podemos solos. Necesitamos compañía en ese tramo del camino, para terminar de enderezarnos y de conseguir mayor felicidad cada día.[/sociallocker]

Publicada el: 3 julio, 2018, por: